La utilidad docente de los recursos didácticos digitales: nuevas formas de enseñar y de aprender Ciencias Sociales

Desde que la enseñanza no es un proceso unívoco ni puramente memorístico, sino que aspira a crear ciudadanos críticos y autónomos desde una concepción comprensiva del aprendizaje, los recursos digitales se han convertido en una herramienta imprescindible. Más aún desde el momento en que entra en juego el desarrollo de las llamadas competencias básicas, entre las que se encuentra de forma explícita la vinculada directamente al mundo digital.

Una competencia tan natural ya para el alumnado como lo es para una gran parte de la población adulta, habituada a obtener información a través de los buscadores que ofrece Internet. Una ventaja enorme que está desplazando a muchas fuentes tradicionales impresas, pero que lejos de facilitar el trabajo a veces, paradójicamente, lo viene a complicar tanto para el docente como para el discente. En el caso de este último porque más importante que obtener dicha información lo es su selección, adecuada síntesis y correcta aplicación, esto es, lo que se conoce como tratamiento de la información. Una exigencia ante la que los llamados “nativos digitales” evidencian hoy por hoy muchas carencias que en el marco de la enseñanza secundaria es preciso atender. Y en lo que respecta al profesorado, porque la misma abundancia de información exige una idéntica dedicación de tiempo y esfuerzo para discriminar entre los contenidos pero, sobre todo, amplísimos recursos digitales que las TIC ponen a su disposición, y con ello su periódica actualización y puesta al día.

Esto significa que la denominada innovación educativa tiene a estas nuevas tecnologías como un objetivo primordial y, al tiempo, permanente, continuo, como lo ha de ser la formación docente, con el matiz añadido de tener que aprender su utilización como tal recurso, nuevas estrategias, el conocimiento de un vocabulario específico y, sobre todo, su adecuada y pertinente aplicación didáctica en el aula. Porque el mero “uso” de la tecnología que la informática pone a disposición de los educadores no es suficiente; tan solo un primer paso. Lo importante radica en aprender a enseñar de la nueva forma que tales recursos implican para que su “uso” tenga un sentido verdaderamente formativo y no meramente motivador, como lo es hoy en día.

Para quienes se resisten a este inexorable cambio, la ruptura del habitual orden disciplinario que es posible mantener en el contexto habitual del aula tradicional constituye un argumento de peso. Y nadie lo puede negar, porque aprender mediante los recursos digitales introduce una variable en tal sentido pero, en contraposición, de gran valor educativo: la interactividad. Una interactividad que lo es con el recurso en sí pero también entre los propios estudiantes, que a través de la Web 2.0 pueden trabajar de forma simultánea, esto es, de modo colaborativo. De manera que, frente a este teórico escollo, se abre la posibilidad (que también necesidad) de enseñar en un entorno más enriquecedor y cooperativo; aunque menos ordenado.

Todo ello exige el establecimiento claro de pautas y procedimientos de trabajo para el alumnado, un requisito tan necesario como, en ocasiones, retórico en las programaciones didácticas, así como también de una adecuada temporalización, porque la amplitud de fuentes y recursos disponibles hacen que habitualmente se precise más tiempo que en contextos de enseñanza más concretos, definidos y cerrados. Y también, en última instancia pero posiblemente primer término, la actualización de la metodología docente para adecuarla a un planteamiento sustancialmente activo, en el que el alumno asume ahora un protagonismo indiscutible e ineludible.

Pues no se trata ya únicamente de recopilar y seleccionar contenidos sino también de crearlos y compartirlos. Las TIC e Internet han transformado nuestro entorno pasando a formar parte sustancial del mismo y posibilitando una nueva sociedad, por lo que el mundo educativo debe introducir estas herramientas de manera natural y definitiva. No es una cuestión de innovación sino de que el alumnado trabaje y se forme en el uso de la tecnología que le va a acompañar a lo largo de su vida. Investigar, procesar la información, elaborar contenidos en diferentes soportes, compartir con un mundo que vive conectado; en definitiva, aprovechar las ventajas y conocer los inconvenientes que la realidad tecnológica nos reserva, conlleva una nueva manera de entender el proceso de enseñanza aprendizaje, que debe definir la educación de nuestros días.